La vela de la energía
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“Dónde pones tu atención es dónde pones tu energía.”
Joe Dispenza
Imagínate a cada ser humano como una vela, más específicamente, una vela en un recipiente de cristal, como las que sacamos al balcón, a la terraza o a la mesa de jardín al anochecer. La llama de una vela nos ofrece luz, calienta nuestro corazón y hace que nuestros hogares sean acogedores y cómodos. Nosotros, como seres humanos, estamos haciendo lo mismo con nuestra forma de interactuar con los demás: una sonrisa o un toque cariñoso, una palabra tranquilizadora o edificante, o simplemente, nuestra presencia. Incluso el gesto más pequeño puede tener un gran impacto si se coloca bien.
Tómate un momento y piensa en las siguientes preguntas: ¿Alguien en tu vida tiene el don de hacer que todos los que le rodean se sientan cómodos? ¿Alguien ha dicho lo mismo de ti? Si te lo han dicho, ¿cómo te sientes al respecto? Cierra los ojos unos instantes, respira profundamente y recuerda ...
Y ahora trata de recordar cómo te sientes después de pasar tiempo con tus relaciones más cercanas o más regulares. ¿Te sientes con energía y descansado o más bien con ganas de dormir la siesta? Tómate el tiempo para hacer esta observación. Las personas muy sensibles tendemos a dar mucha energía a los demás, sin que seamos conscientes de ello. Es por este hecho que este punto es especialmente importante.
Volvamos a la imagen de la vela y su llama. Hay dos tipos de velas y, dependiendo de tu conciencia, educación familiar o proceso de aprendizaje, eres uno o el otro.
La primera vela es la que he mencionado al principio. El frasco de cristal representa tu cuerpo físico y la vela de cera sólida tu batería interna o tu depósito de energía. La llama representa todos los regalos, gestos y servicios bonitos que les das a los demás. Una llama toma la energía para arder de la cera de la vela y cuando esta cera se agota, la llama se apaga y necesitamos reemplazar toda la vela por una nueva, por lo que necesitamos tiempo y recursos. Y mientras tanto, no hay llama disponible y, por lo tanto, tampoco tenemos luz, calor humano o cariño para ofrecerle a nadie, ni siquiera a nosotros mismos.
Tomemos este ejemplo en nuestra vida real y comparémoslo con una situación social como una cena en un gran restaurante con amigos. A los introvertidos y las personas muy sensibles no nos resulta fácil sentirnos a gusto. Al principio, sonreímos y reímos mucho, procuramos que todos se sientan bienvenidos y escuchados, etc. Sin embargo, después de un tiempo, nuestro nivel de energía baja y comenzamos a sentirnos agotados. Ya no podemos concentrarnos bien en lo que se habla, nos irritamos fácilmente por cosas pequeñas y comenzamos a añorar estar en un lugar tranquilo donde podamos descansar nuestros oídos y despejar nuestras mentes. Si no salimos a tiempo de la situación, nuestra llama se apagará y nos marcharemos de la cena con las manos vacías, sintiéndonos decepcionados, porque irnos así nos hace sentir antisociables y poco capaces de divertirnos (como los demás).
El desafío con este tipo de vela es que no se puede rellenar y ya está. Es preciso retirar la cera vieja, reemplazarla por una nueva y encenderla de nuevo. Si tenemos suerte, podremos utilizar la llama de la vela que se está apagando para encender la nueva. Si llegamos tarde y la llama se ha apagado, antes de tener la oportunidad de usarla, tendremos que buscar y confiar en una fuente de fuego externa, lo cual es mucho más difícil de hacer ya que no siempre hay una disponible. Para los que somos ese tipo de vela, es recomendable tener algunas velas de recambio en casa. Si no tenemos tendremos que invertir bastante tiempo en conseguir una nueva cuando la vieja se acabe. Sin vela ni llama para darte luz, energía y positividad, todo es más difícil.
Una buena forma de evitar todo eso es aprender y observar para convertirse en una vela recargable con cera líquida, también conocida como lámpara de aceite. Qué bueno sería, ¿no? Imagina que tu cuerpo está hecho de cristal como en el ejemplo anterior, pero es un recipiente cerrado con un pequeño agujero en la parte superior por donde sale la mecha y otra abertura, a poca distancia de la mecha, que se cierra con un tapón de cristal que encaja a la perfección. Dicho cuerpo contiene cera líquida o aceite, nuestra fuente de energía. Lo maravilloso de esta lámpara es que, mientras la llama siga encendida, se puede rellenar en cualquier momento, y por lo tanto no se interrumpe el flujo de luz, calor y comodidad. Este es un punto importante, ya que esa luz, ese calor y esa comodidad no son solo para los demás sino también para nosotros mismos. Y si la llama se apaga, no somos capaces de ofrecernos nada y, de repente, dependemos de las fuentes externas mencionadas antes para darnos una nueva chispa que reinicie la llama. Es una situación de dependencia incómoda y poco saludable.
Volvamos a nuestra situación social. Imagínate a los introvertidos como una lámpara de aceite. Si logramos encontrar pequeñas fuentes de energía para nosotros mismos con el fin de mantener nuestra lámpara lo más llena posible nos resultará mucho más fácil pasar un buen rato con los amigos en el restaurante hasta que podamos rellenarla por completo en casa. Podemos dar un paseo cortito al aire libre o desconectarnos de la conversación y meditar con los ojos abiertos. También va de maravilla una escapada de 5 minutos al baño o incluso cambiar de sitio y sentarnos al lado de otra persona si sentimos que eso nos va a ayudar en ese momento.
Como dice en la cita de arriba, donde ponemos nuestra atención es donde ponemos nuestra energía. Entonces, en lugar de dar toda nuestra luz y energía a los demás, podemos optar por darnos un poco a nosotros mismos centrándonos en nuestro cuerpo y sus necesidades, aunque sea solo por un instante. Funciona de maravilla.
Un dato curioso: una lámpara de aceite extrovertida se llenaría durante la misma situación; hasta el punto en que la llama se hace cada vez más grande. Imagínatelo…
Ahora obsérvate a ti mismo:
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¿Cuál de las dos velas eres en este momento?
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¿Cómo te recargas mejor?
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¿Experimenta muchas situaciones en las que tu llama se apaga y necesitas encontrar una chispa para encenderla de nuevo?
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¿Cómo son tus seres queridos?
Ahora piensa en todas tus relaciones: la pareja, amigos o la familia. ¿Cómo te sientes después de pasar tiempo con ellos? ¿Experimentas reacciones físicas como dolores de cabeza, indigestión o dolores de espalda? También puede ser más sutil. A veces bostezo mucho más de lo normal en determinadas situaciones, o tengo ganas de acostarme y hacer la siesta, o tengo muchas ganas de comer algo dulce. Todas esas reacciones me dicen que estoy usando más energía de la que tengo para ofrecer y que necesito hacer algo al respecto. A veces simplemente toca salir de la situación, a veces necesito llorar para eliminar algunas emociones reprimidas y otras veces hablar de lo que siento puede parar el drenaje de energías y me permite seguir adelante.
Tu cuerpo te habla. ¿Estás dispuesto a escucharlo?
Observa y ten curiosidad. Y si deseas compartir tus experiencias conmigo, escríbeme un correo electrónico. Estaré feliz de saber de ti.