Si las palabras fueran pelotas
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Si las palabras fueran pelotas ¿cómo serían?
Si las palabras fueran pelotas ¿cómo volarían de persona a persona?
Si las palabras fueran pelotas ¿escogeríamos con más cuidado cuáles de ellos utilizamos en las conversaciones?
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Una reflexión sobre cómo las personas altamente sensibles experimentan la comunicación.
Si las palabras fueran pelotas probablemente existirían en una variedad inimaginable de colores y tamaños. Los significados de las palabras son tan numerosos como los colores en la parte visible del espectro de la luz. Imagina que «sol» es una pelota amarilla, «árbol» una verde, «pino» una de un verde oscuro, «agua» una azul, «chocolate» una marrón y «amor» una roja. Algunas pelotas tendrán un matiz similar aunque el significado de la palabra no podría ser más opuesta. Tanto «amor» como «rabia», por ejemplo, se asocia normalmente con el color rojo. Vemos cogiendo el color como único rasgo distintivo no es suficiente. Te invito a mi pequeño taller de pensamientos en que le podemos dar rienda suelta a la imaginación y crear pelotas de materiales diferentes como por ejemplo algodón, papel, madera, cristal, piedra, hierro y muchos más. Piensa en todas las conversaciones que has tenido en tu vida y observa cómo el contexto, el volumen y la carga emocional tienen una influencia grande en si percibimos una palabra como dura, negativa, asertiva, cariñosa, elogiosa o positiva. Podemos influirlo envolviendo las pelotas duras de piedra en un contexto blando de algodón, mezclar bolitas emocionales de cristal con lana o bien controlar el volumen si le entregamos las pelotas suavemente al otro en vez de tirárselas encima con toda la fuerza. Las posibilidades son infinitas y está en las manos del hablante de elegir las pelotas adecuadas para cada situación.
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Las palabras son una herramienta poderosa que nos permiten cambiar nuestra realidad y la de los demás. Palabras pueden sanar y herir, unir y dividir, ser agradables e incómodos y construir y destruir. Entramos en nuestro mundo imaginario de pelotas con este pensamiento en mente:
La idea de base es que la comunicación es un intercambio constante de pelotas de palabras y que ese intercambio puede adoptar miles de formas diferentes dependiendo siempre de la situación en la que nos encontramos y con quién estamos comunicando. Si estamos escuchando al otro atentamente recibimos sus pelotas de conversación y si queremos responder elegimos las pelotas adecuadas y se las tiramos de vuelta. Si nos encontramos en un teatro o escuchamos un discurso todo es más unilateral. Aquí estamos quietos en una lluvia de pelotas que sale del escenario o de los altavoces. Independientemente de eso, sin embargo, podemos decir que más prestamos atención a una conversación más esmeradamente contemplamos las pelotas recibidas antes de responder. En una charla amistosa las pelotas flotan de una persona a otra, si nos estamos peleando aumenta la velocidad y casi no nos da tiempo mirarlas bien y responder con cuidado. En estas situaciones puede pasar que sin querer se utilizan pelotas muy duras.
Además de esto cada ser humano tiene su propio estilo de comunicación el cual ha creado a base de su carácter y de las experiencias que la vida le ha regalado y siempre escogerá las pelotas conforme a ello. Unos prefieren las pelotas más duras y perceptibles y es posible que hasta las necesitan para entender a los demás. Otros apenas los aguantan y prefieren elegir las variantes más blandas. Algunas personas las eligen con mucho esmero, otros actúan más de manera espontánea, intuitiva, impulsiva. Esto hace que la comunicación en sí nunca es igual y está llena de posibilidades. Pero se convierte en un gran desafío sobre todo cuando chocan los distintos estilos. Sigo el hilo de pensamiento y observo cómo recibimos y despejamos las pelotas de palabras que nos llegan. Imagina que cada persona nace con cierta protección alrededor del cuerpo. A quien le gusta el alto volumen y la intensidad la naturaleza le da una protección de cuerpo entero como por ejemplo lo llevaban los caballeros en la edad medieval. Hasta las pelotas más duras rebotan fácilmente de esta armadura. Otros nacen con protección parcial como la llevan por ejemplo jugadores de rugby o de futbol. Aquí depende de dónde toca la pelota si causa dolores o no. Si la pelota choca con partes del cuerpo sin protección se pueden producir heridas visibles e invisibles.
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Con esta imagen en la mente podemos colocar a todas las personas en fila, según cómo reaccionan a influencias y estímulos externos. Y luego te invito a acompañarme hasta un extremo de la cadena humana y verificar qué encontramos allí. Quizás te sorprende ver personas que no llevan ninguna protección y que no tienen otra que recibir y enviar las pelotas sólo con cuerpo y manos. Esas personas son altamente sensibles y experimentan comunicación de su propia manera que muchas veces puede ser bastante dolorosa. Damos un paso más y imaginamos una conversación entre dos personas de los extremos opuestos de la cadena humana. Para simplificarlo los llamo Caballero y Hombre de Algodón. Cada uno de ello comunicará de su forma preferida. El Caballero lanza sus pelotas de hierro y el Hombre de Algodón le devuelve bolitas de algodón o lana.
Podemos imaginar la dificultad que nos presenta esta situación. El Hombre de Algodón se ve casi indefenso ante el ataque de pelotas de hierro. A lo mejor logra esquivar algunas pero la mayoría le alcanzará el cuerpo. Después de la conversación necesitará tiempo para ocuparse de las heridas y sanarlas. Y algunas de ellas dejarán cicatrices. Intenta poner límites y explicarle al Caballero que las pelotas de hierro le causan mucho dolor pero sus propias bolas de algodón no vuelan tan bien y muchas veces se caen al suelo sin alcanzar al Caballero o si lo alcanzan le tocan muy suave de forma que el Caballero ni las nota a través de su armadura. Y éste sigue lanzando sus pelotas de hierro y involuntariamente e inconscientemente le hace daño al otro. Es una situación que causa mucha frustración para todos. El Caballero no entiende por qué el Hombre de Algodón está tan sensible si lo dice todo con muy buena intención y el otro se siente invisible y malentendido. Entre otros tiene las siguientes posibilidades: Aprende a lanzar pelotas más duras para hacerse entender y mostrar la urgencia de la situación (y no significa que tienen que ser de hierro, cualquier material lo suficientemente duro vale), o encuentra una manera de retirarse de la situación sin crear malentendidos o, si no puede ser de otra forma, aguanta y luego se ocupa de sus heridas.
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Estoy convencida de que todos podemos aprender a reconocer los diferentes tipos de comunicación y encontrar soluciones buenas y sanas para las combinaciones conflictivas. En nuestro ejemplo el Caballero puede estudiar las diferentes materiales y escoger las que son aceptables para el Hombre de Algodón y éste puede aprender e integrar que las pelotas más duras no le hace daño a todo el mundo y que está bien lanzarlas a ciertas personas (aunque se sienta mal por hacerlo). Adaptarse al otro en las conversaciones no significa abandonar su esencia y convertirse en otra persona. Simplemente es un gesto de respeto hacia el otro. Y si nos encontramos a mitad de camino todos ganamos.
Te invito a observar las personas en tu entorno. Con los que te llevas muy bien, ¿qué tipo de protección llevan? ¿Y los con que no tanto? ¿Cómo eres tú? ¿Cuál es el camino que te lleva a comunicar mejor y entender al otro? ¿Estás dispuesto/a a caminarlo y quizás ser el que da el primer paso e inspirar a los demás? Te lo deseo. De todo mi corazón. Porque las palabras tienen mucho poder y con poder se mueven cosas.